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En-hembrando

 

Llegué hasta aquí continuando un hilo, el hilo que me unía a mi madre. Y a mi madre con mi abuela. Y a mi abuela con mi bisabuela. Y a mi bisabuela con mi tatarabuela. Y...

Desde que nací estuve envuelta en hilos. Hilos que construían la ropa interior que nos tejía mi abuela. Hilos con los que mi madre creaba lámparas y colchas. Hilos que hilvanaban, hacían dobladillos y apuntaban botones.

Un día, todos los hilos que llevaba dentro empezaron a salir a través de mis dedos, en forma de cuadros y esculturas. Y comencé a tejer y a bordar usando algodón, seda, cabellos humanos, crines de caballo...

Hilos visibles e invisibles.

Mientras la aguja atravesaba la tela y pasaba de un plano a otro, se iba creando un ritmo hipnótico, un trance, una melodía que me susurraba.  Tuve la sensación de que cuando mis manos se movían al bordar, todas las mujeres que alguna vez hilaron, acompañaban ese movimiento. Y comenzaron a visitar mi memoria las Parcas, Ariadna, Aracne, Penélope, la Bella Durmiente, Maya, Spiderwoman...Me atrapó bordar. Bordar a mano, puntada a puntada, sin máquinas, acariciando el hilo con mis dedos. Es mi reivindicación de la lentitud, de un tiempo más humano, menos virtual, más cercano al corazón. Es mi reivindicación del presente y la presencia.

 

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